José Luis García Martín

 
José Luis García Martín (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 1950), profesor de la Universidad de Oviedo, es director de Clarín. Revista de nueva literatura y colaborador habitual de diversos suplementos culturales. Sus primeros libros de poemas fueron recopilados en el volumen Poesía reunida (1990); con posterioridad publicó El pasajero (1992) y Principios y finales (1997), así como las versiones poéticas de La biblioteca de Alejandría (1990). Más recientemente ha compendiado su obra poética en el volumen Material perecedero (1998). 
   Un libro de relatos, Gente conocida (1991); cuatro entregas de su diario, Días de 1989 (1989), Colección de días (1993), Dicho y hecho (1995) y Mentiras verdaderas(1999); y las piezas teatrales de Pretérito perfecto (1996) completan la labor creativa de García Martín. 
  Mayor eco han tenido en el mundillo literario sus antologías de poesía reciente, Las voces y los ecos (1980), La generación de los ochenta (1988), Selección nacional (1995), Treinta años de poesía española (1996), y La generación del 99 (1999) o sus libros de crítica literaria, La poesía figurativa (1992), Café con libros (1996), Cómo tratar y maltratar a los poetas (1996), Punto de mira (1997) y el último de sus libros, que acaba de publicar esta editorial, BIBLIOTECA CIRCULANTE (2000). 
   A su iniciativa y cuidado se deben también ediciones de Ramón de Campoamor, Juan Valera, Enrique Gómez Carrillo, Alfonso Camín o Leopoldo Alas, Clarín
 
Retrato: Gonzalo Ramos
Bibliografía
 

José Luis García Martín

por Andrés Trapiello
La anécdota es muy conocida, pero podemos referirla una vez más. Es de las que no cansan. Alguien que quería ser escritor le preguntó a Pío Baroja qué tenía que hacer para ser novelista. Don Pío, sin dudarlo, le contestó: –Joven, vaya a Madrid y póngase a la cola. 
   El caso Clarín nos hace pensar que Baroja tampoco tenía razón entonces cuando emitió su diagnóstico, y tampoco la tendría ahora. José Luis García Martín es la prueba de que en España se puede no sólo llevar a cabo un trabajo de creación, sino un importante papel de agitación e intervención poética y crítica sin tener que venir a Madrid. La mayor parte de sus casi sesenta libros, entre libros de poesía, plaquetes, diarios, traducciones,ensayos o antologías fueron publicadas por pequeñas editoriales asturianas, lo cual viene a desmentir a su vez que el poder y la capacidad de las grandes editoriales esté en proporción directa con su verdadera influencia y su capacidad de modificación en las tendencias críticas y creadoras. 
    José Luis García Martín nació en 1950 en un pueblo extremeño, pero ha vivido desde niño en Asturias y, desde hace casi treinta años en Oviedo, donde lleva una vida rutinaria, marcada, por lo que sabemos y él mismo nos ha contado en sus diarios, por la costumbre y las manías, sus clases, sus cafés, sus tertulias, su visita a las librerías, su viaje anual a NuevaYork, su declarado amor por las ciudades y su poca inclinación a los parajes campestres o sus esporádicos viajes como conferenciante, asuntos que a menudo pasarán a formar parte de su propia obra. 
    Aunque podría considerarse una manía en su caso, el hecho de seguir dedicándose a la docencia como profesor de literatura en la Universidad de Oviedo, en vez de hacerlo de manera exclusiva a tareas literarias y críticas, ha de considerarse como una verdadera vocación. Entre el resto de costumbres y manías, sin que sepamos a veces discernir entre unas u otras, está, desde hace veinticinco años, la de dirigir revistas de literatura: fundó, dirigió y escribió en casi su totalidad, con diferentes pseudónimos, a finales de los años setenta, Jugar con fuego, título y actitud significativos por lo que tiene de arriesgado y de francotirador; promovió Reloj de Arena, en los ochenta, y fundó y dirige en la actualidad Clarín. Está también su amor por las antologías de poesía, de las que ha preparado una media docena, algunas de las cuales, como Las voces y los ecos, de 1980, La generación de los ochenta, de 1988 o Treinta años de poesía española de 1996, han ayudado a fijar el panorama poético español en todos estos años, desde una posición estética que él ha llamado "poesía figurativa", frente a otras poéticas, agrupadas bajo el nombre de "poesía del silencio", o "poesía de la diferencia", lo cual, dicho sea de paso, le ha colocado en el centro de abundantes polémicas y disputas en las que ha participado siempre que ha podido o le han dejado. 
     Su poesía, que apareció primero en un tomo de poesías reunidas, ha sido publicada recientemente en forma de una amplia antología con el título Material perecedero, en 1998, que agrupa poemas de sus libros más importantes, Tinta y papel, Treinta monedas, El Pasajero o Principios y finales. García Martín es un poeta que tiene muchas voces (no olvidemos que es un poeta que está lejos de casi todo y de casi todos, aunque no solo, y que es un poeta que ha estudiado, traducido y antologado a Fernando Pessoa). De estas voces unas son modernas, otras tradicionales. El poeta moderno, viene a decirnos, tiene una voz que es como la ciudad moderna, crisol de otras muchas. Y su personalidad está en la dicción, desde luego, pero también en la piedra de toque de toda poesía: la emoción. Habla, claro, desde la figuración, es decir, desde un dibujo reconocible de la realidad, una realidad que no siempre es externa. Aunque es esta actividad creadora suya la más importante, viene a ocurrirle a él lo que le sucedió a su paisano Clarín, ovetense también de adopción: la crítica parece ensombrecer a veces sus otras ocupaciones de escritor. 
     Considerado como una de las personas mejor informadas de España, en lo que a publicaciones poéticas se refiere, y una de las más tenaces y combativas, ha conseguido, desde su orillado Oviedo, que sus opiniones, a favor o a la contra, hayan llegado a ser tenidas en cuenta en todos los ámbitos, tanto el académico, el periodístico o el de los propios poetas, lo que ha hecho de él, como le ocurrió a Clarín, alguien que puede ser al mismo tiempo admirado y detestado, en la misma proporción que puede ser respetado o temido, quizá porque él mismo no se cansa de repitir su divisa literaria: "Cuando escribo, no tengo amigos". Esto, claro, le ha hecho perder unos cuantos, pero tampoco parece importarle, quizá porque un hombre que empezó en la literatura solo, quiera acabar igual. 
 
(Leído en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el 8 de Marzo de 2000)